lunes, 18 de abril de 2011

De los pequeños placeres de la vida


La añoranza de pequeños placeres cotidianos me hace recordar un excelente libro titulado “El Primer Trago de Cerveza y Otros Pequeños Placeres de la Vida” escrito por un profesor de educación física francés llamado Philippe Delerm. Este libro es una reconciliación con la cotidianidad, tantas veces despreciada. Por eso me he dedicado estos días a disfrutar o tratar de disfrutar de los pequeños placeres de esta nueva y temporal cotidianidad.

Caminar de la casa al laboratorio y ver como el paisaje urbano va cambiando a medida que se adentra, con cierta pereza, en la primavera. Los árboles pasan de una hermosa desnudez, a los primeros esbozos de una exuberante belleza, árboles con hojas blancas y tonos pasteles. El chillido escandaloso de las gaviotas y unas aves parecidas a los cuervos (pero con pintas blancas) se entremezcla con el trinar de pequeños pajaritos. La brisa helada me hace lagrimar, gotear por la nariz y dificulta la caminata, pero con la entrada de la primavera, cada día hace menos frío y hasta se puede oler un sutil aroma a flores, a jazmín, como en casa de las abuelas. Se puede decir que es una cotidianidad cambiante.

Los días se hacen cada vez más largos y engañosamente se puede creer que se está trabajando más rápido o más eficiente, pero la verdad es que se trabajan más horas confiando en que aún se puede ver luz de día. Esta es la razón por la cual ahora el centro de la ciudad está inmerso en un rebullicio humano, música, tarantines en la calle y una fauna de lo más diversa, pasando desde padres de familia, hasta gente casi desnuda. El sol mueve a la gente, a los insectos, a las aves… al mundo entero.

En el laboratorio la cotidianidad no cambia mucho, lo que cambia son los experimentos, pero es más bien un ciclo que se repite. Al llegar, el saludo a los vigilantes se ha transformado en algo agradable, tratar de entender el inglés de la señora del cafetín es todo un reto, pero una vez ahí, ya le saco conversación de lo que sea y entre pedir el café o alguna bebida, cada día le entiendo un poco más… Otra cosa nueva son las puertas, aquí siempre hay puerta tras puerta, para entrar al edificio 2 puertas, a la oficina 2 puertas más, al lab entre 4 y 7… toca el botón, pasa el carné… abre y cierra la puerta.

El mercado es otra nueva rutina, todo el mundo anda en busca de la mejor oferta y claro está, cuando la diferencia de precio puede ser entre 2, 5 o más libras (1£ es aproximadamente 6,7 Bs.) pues a buscar lo más económico, pero siempre con el riesgo de no comprar nada entre busca aquí y busca allá.

Y entre esas ofertas me topé con una cafetera francesa y siguiendo el ejemplo de los Liverpudlians, la compré para dar rienda suelta a un placer de todos los tiempos, los dejo…me voy a preparar mi café y a leer el periódico de los sábados, que aquí es la entrega con revista y cuanto papelito de ofertas puedan imaginar.

Fotos: https://picasaweb.google.com/gisselle.gil/PrimaveraEnLiverpool#

2 comentarios:

reneydrogo dijo...

Gracias Gordita linda por compartir conmigo estos pequeños detalles que hacen de nuestra realidad, momentánea o permanente, algo especial. Un beso enorme.

René

Gisselle C. Gil Z. dijo...

De nada flaquito bello!!!