Los recuerdos con el tiempo se desdibujan, se transfiguran y hasta cambian, es por eso que me encanta tomar fotos, es como congelar los recuerdos o parte de ellos, poder tomarlos en cualquier momento, de cierta manera revivirlos y traerlos al presente con mayor nitidez. La cámara se transforma en la mítica máquina del tiempo, ahora en mano de todos. Esa “caja oscura”, en cuyo interior se da un proceso más próximo a la alquimia que a la óptica (esto en término netamente subjetivo), donde guardamos celosamente nuestros recuerdos mas preciados, las cosas que más nos gustan y hasta a nuestros seres amados.
Cuando vemos una imagen, tenemos la vana ilusión que le hemos ganado una al tiempo, que por un instante de descuido, pudimos mirar hacia atrás por una ventana secreta y en ese breve instante, él y su inexorable paso no existen, se detiene, se congela como la propia imagen que está ante nuestros ojos.
Algo aún más apasionante es trabajar en cuarto oscuro, develar en la penumbra el misterio de la “caja” y ver con ojos atónitos como surge la imagen de nuestro recuerdo, nítida, inmutable, inalterada por el paso del tiempo, aquél cuyo paso también parece perder fuerza en este “cuarto sagrado”. Lamentablemente en la actualidad, la celeridad, la falta de espacio y claro está de tiempo, nos hace recurrir a formas más expeditas de producción y almacenaje de los recuerdos, es como una pequeña venganza de él, el vencido, por debilitarlo por tantos años en los innumerables cuartos oscuros del planeta.
Los invito a entrar en parte de mis recuerdos
Cuando vemos una imagen, tenemos la vana ilusión que le hemos ganado una al tiempo, que por un instante de descuido, pudimos mirar hacia atrás por una ventana secreta y en ese breve instante, él y su inexorable paso no existen, se detiene, se congela como la propia imagen que está ante nuestros ojos.
Algo aún más apasionante es trabajar en cuarto oscuro, develar en la penumbra el misterio de la “caja” y ver con ojos atónitos como surge la imagen de nuestro recuerdo, nítida, inmutable, inalterada por el paso del tiempo, aquél cuyo paso también parece perder fuerza en este “cuarto sagrado”. Lamentablemente en la actualidad, la celeridad, la falta de espacio y claro está de tiempo, nos hace recurrir a formas más expeditas de producción y almacenaje de los recuerdos, es como una pequeña venganza de él, el vencido, por debilitarlo por tantos años en los innumerables cuartos oscuros del planeta.
Los invito a entrar en parte de mis recuerdos
2 comentarios:
Tu percepción de la fotografía es sublime y me encanta. Al tratar de construir el árbol genealógico de mi familia, he encontrado una caja llena de rostros anónimos, rincones desconocidos y eventos ajenos; Todos estos elementos están llenos de magia, de un significado velado que, como nos ocurre ante cualquier imagen, nos trata de contar una historia.
A veces llego a pensar que un fotógrafo es un plagiario (sin animo de ofender a nadie) ya que, muchas veces, roba los momentos cotidianos, los transcendentales, y los matiza con su visión personal, intima, convirtiéndolos en una obra de arte.
Ahora, frente a esta caja de fotografías con olor a historia y confidencia, me doy cuenta que, como el escritor, el fotógrafo es anónimo a su obra, y sin embargo, plasma en ella su sentir mas intimo.
Giselle, ahora es que he podido revisar tu blog, las fotos tuyas de niñita son excelentes. Realmente no has cambiado mucho desde esos tiempos.
Gracias por compartir tus visiones como siempre apasionadas y bien claras.
Recibe un abrazo y un beso
Cambio y fuera
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